Cuando sentimos que nuestros hijos adolescentes se alejan
Cuando tenemos hijos adolescentes, o más aún, cuando nuestros hijos entran en la adolescencia, los padres empezamos a sentir poco a poco una serie de cambios que nos confunden. Sentimos que se alejan de nosotros, que ya no les gusta lo que hacemos o lo que les decimos, y que ya no les somos suficientes. Y aunque entendemos que es natural que haya cambios, empezamos a sentir que, tal vez, no era como esperábamos que fuera.
Muchos creíamos estar preparados para esos cambios y pensábamos que, por ser naturales y hacer parte del desarrollo de nuestros hijos, no nos iban a afectar en mayor medida. Pero no es así. La sensación de que se alejan, nos hacen mala cara, no les gusta lo que hacemos ni como los tratamos, hace que nos genere malestar, frustración y tristeza. Vienen preguntas como:
¿Y yo qué le hice?
¿Por qué me responde así?
¿Es que no se da cuenta de todo el esfuerzo que hago para que esté bien?
La desconexión emocional y la reacción de los padres
Y es ahí cuando aparece la desconexión. Nos enojamos, nos enfrentamos a ellos, buscamos que regresen a nosotros a partir de reclamos, tratando de hacerles entender que todo lo que hacemos es por darles una mejor vida y que nos gustaría que lo reconocieran y actuaran en consecuencia. Y es ahí también, donde nos equivocamos.


Entonces, ¿cómo volver a conectar con ellos? ¿Querrá decir que tenemos que esperar a que lleguen a la adultez para que nos sientan cercanos nuevamente? Esto no es necesariamente cierto, y es probable que nos equivoquemos al pensar que es una cuestión que solamente el paso del tiempo va a resolver. Y para entender cuál es nuestro papel en este proceso, es importante conocer algunos aspectos inherentes al proceso del desarrollo del adolescente.
Lo que está pasando en su interior: identidad, cerebro y emociones
Reconstrucción de la identidad en la adolescencia
Los adolescentes, por definición, están en un momento de reconstrucción de su identidad. ¿Qué significa eso? En pocas palabras, ya no son los mismos. Y aunque pueda sonar un poco obvio, esto implica una serie de procesos que resultan exigentes desde el punto de vista emocional para ellos. Los cambios en el adolescente tienen un origen cerebral y hormonal que se entrelazan con cambios emocionales y sociales.
La poda neuronal: el recableado del cerebro adolescente
Por una parte, experimentan cambios relacionados con un proceso neurológico llamado poda neuronal, que se puede entender como una suerte de “recableado” cerebral. Este es un mecanismo natural en el que se refuerzan y fortalecen las conexiones cerebrales que les son más útiles en este momento de la vida, y se desechan las que ya no lo son tanto. Por ejemplo, el cerebro adolescente priorizará áreas y conexiones que se asocien con la capacidad de interactuar con otros adolescentes, en tanto que la vida social se convierte en un motor fundamental en este momento de la vida.
Podemos transformar esta etapa en una nueva experiencia… seguir creciendo como personas y acompañarlos en su camino hacia la autonomía.
Cambios hormonales, emocionales y desregulación
Los cambios en el cuerpo son producto en buena parte de cambios hormonales, que a su vez generan variaciones en sus estados de ánimo. Esta situación los confronta con cómo se sienten con ellos mismos, con quiénes son y con cuál es su rol en el mundo. Y este es un proceso complejo y exigente. Les genera toda suerte de sentimientos encontrados, dentro de los cuales encontramos:
- Frustración
- Rabia
- Ansiedad
- Euforia
No es un proceso fácil y va acompañado de muchas situaciones tanto incómodas como más fáciles de enfrentar. Y para completar la ecuación, los procesos cerebrales que están encargados de la regulación de todas estas emociones en este momento del desarrollo, se encuentran muy inmaduros y en proceso de maduración. Qué increíble paradoja…

¿Todo adolescente es rebelde? ¿Todo es normal?
Entendiendo los límites entre lo esperado y lo alarmante
¿Será entonces que todos los adolescentes van a ser rebeldes? ¿Todo adolescente es rabioso? ¿Todos se deprimen y a todos les dan crisis de ansiedad? Son preguntas supremamente importantes porque la respuesta es … depende.
Si bien ciertos cambios de humor, de estado de ánimo y de comportamiento son esperados en el curso de este proceso, es claro que no todo es normal. Existen situaciones en la salud mental de nuestros adolescentes que constituyen señales de alarma, unas más claras que otras, mucho más hoy en día a la luz de riesgos a los que están expuestos y que los padres no sabemos muchas veces cómo manejar.
La necesidad de distancia: identidad y autonomía
Todo lo anterior se acompaña, además, de la necesidad del adolescente de poner una distancia con el adulto, especialmente con los padres. Esto con el objetivo de darse espacio para entenderse, para construir sus propios puntos de vista, su criterio, sus nuevos intereses y gustos, en otras palabras, su identidad.
La distancia emocional les permite sentir que no son una copia de la opinión de sus padres, y que son autónomos y más independientes en sus formas de ver la vida y en sus decisiones.
El duelo de los padres: cuando ya no somos sus héroes
Para nosotros los padres, resulta un proceso que nos afecta más de lo que quisiéramos. Representa un duelo que es fundamental reconocer. ¿Duelo? ¿Duelo a qué? Es el duelo a ese niño o niña que se nos va, y para quien ya no somos sus super héroes y para quien antes éramos perfectos.
No nos resulta fácil entender que nuestro adolescente aparece con la mirada crítica hacia nosotros, con intentos por confrontarnos en el día a día, en aspectos tanto cotidianos como de mayor trascendencia. Nos voltean los ojos cuando los corregimos, independientemente si lo hacemos con mayor o menor fuerza. Ponen en tela de juicio decisiones de vida que tomamos…
Y entonces… ¿qué hacemos los padres?
Somos su representación del entorno
El primer paso es entender que nosotros somos su primera representación del entorno. Y en ese sentido, tenemos que estar ahí para ellos. A pesar de que sintamos que les somos incómodos, nos necesitan.
Y necesitan que les ayudemos con:
- Estructura
- Cariño
- Firmeza
A veces soportando los ataques, pero no de una manera pasiva. Ayudándolos a entender cómo regularse a partir de nuestra propia regulación. Y eso resulta un arte… Un arte que se trabaja día a día, que nos exige una participación activa con nosotros mismos y en la interacción con ellos.
Esta etapa también nos confronta como adultos
Este proceso no es fácil. Porque nos confronta con nosotros mismos mucho más de lo que esperábamos. Nos obliga a seguir trabajando en nosotros, cuando pensábamos que ya habíamos madurado lo que había que madurar para ser padres.
¿Por qué será que tenemos que aceptar que no nos las sabemos todas, después de que nosotros mismos ya pasamos por esa etapa y la logramos superar con éxito? ¿Será que la superamos con éxito? ¿Nos hemos detenido a pensar en ello?
Parte del proceso natural y necesario para superar esa etapa implica que se nos olvide un poco el costo emocional que nos generó. Aunque también resulte paradójico, es importante que tratemos de recordar lo que vivimos nosotros mismos en nuestras adolescencias.
Muchos padres dirán: “¡Es que lo que tienen que enfrentar nuestros adolescentes hoy en día no se parece en nada a lo que nos tocó a nosotros!” Y aunque es cierto, los procesos inherentes a ese momento del desarrollo siguen siendo los mismos a pesar del paso de los años.
Convertir esta etapa en una nueva experiencia
Podemos transformar todo esto en una nueva experiencia. Una experiencia que nos lleve a volver a mirarnos a nosotros mismos, que nos permita seguir creciendo como personas, y que nos traiga disfrute en el proceso de acompañar a nuestros hijos en este proceso adolescente.
Algunos dirán: “¿Disfrute??? ¿Cómo disfrutarse esa avalancha de confrontación y mal genio?” Y la verdad es que sí se puede. Y por eso te seguiremos invitando a transitar este bello momento de la vida de tus hijos y de la tuya, regresando la esperanza de llevarlos de la mano, a veces de forma más cercana y a veces con mayor distancia, para que se conviertan en adultos íntegros, tranquilos, resilientes y felices consigo mismos.